En la Residencia Universitaria San José se está llevando a cabo un "Taller sobre vida cristiana y trabajo intelectual" preparado para los estudiantes. Se reproduce a continuación la traducción del francés de la primera parte del material que se está usando. (traducción didáctica del Padre Oscar Naef)
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EL TRABAJO METÓDICO CONDUCE
AL ÉXITO
Principios de metodología
para el estudiante cristiano
Dr. Pascual Ide
Le Sarment – Fayard
Junio, 1989
CAPÍTULO 1
¿CUÁL ES LA VISIÓN
CRISTIANA DEL TRABAJO INTELECTUAL?
Visión cristiana del
trabajo en general
1- ¿QUIÉN ES EL QUE
TRABAJA?
1.1-
¿El animal, la máquina?
“No cabe llamar trabajo a
la actividad de las criaturas ligada a la subsistencia” (Juan Pablo II, Carta
Encíclica: Laborem Exercens, 1981,
Introducción).[1]
1.2-
Es el hombre
El trabajo es una de las
características que distinguen al hombre de los animales; “el hombre fue desde
el origen llamado al trabajo” (Juan Pablo II, Introducción). No obstante ello, algunas
veces, el hombre no puede trabajar: tal es el caso de la desocupación. Así, “el
trabajo es signo de integración a la comunidad de personas” (Juan Pablo II,
Introducción). Este es el por qué la desocupación engendra la soledad y
finalmente la desesperación.
1.3-
Aún más, ¿piensas tú que
Dios trabaja?
“Mi Padre trabaja todos los
días” (Jn 5,17).
2- ¿POR QUÉ TRABAJAS TÚ?[2]
2.1- Las razones que da el mundo
▫Yo trabajo para ganar
dinero. De este modo “la avaricia se convierte en la raíz de todos los males”
(I Timoteo 6,10).
▫Yo trabajo para viajar,
para comprar mi propia cadena Hi-Fi, etc.
▫Yo trabajo para ganar un
lugar; el honor; la gloria; el poder. (Eclesiástico. 10,15).
▫Yo trabajo por trabajar:
Tal es el caso de quien
trabaja en busca de autoestima o por deber. Pero tu libertad, va más allá, está
preparada para amar. Y tu amor no se ejerce acabadamente mientras no encuentre
un bien que pueda ser considerado tal. Allí reside la importancia de estas
motivaciones naturales (cf. Capítulo 3) que no admiten ser sometidas a
consideraciones: algunas se hacen presente repetidas veces por semana.
Del ejercicio de esas
motivaciones surge el caso del trabajador idólatra materialista: el afirma “que
el hombre es su trabajo”, frente a esto Juan Pablo II dice solamente “el
trabajo es una de las características del hombre”.
También de esa experiencia
resulta el caso del estudiante hiper-escrupuloso que quiere conocer todo y todo
perfectamente. Y en definitiva cae en el mismo error caprichoso de aquel que
dice: “trabajar es rezar” para no rezar más. El remedio está en conseguir
experimentar la propia finitud: todo trabajo resultará siempre imperfecto. El
albañil judío significaba esto no colocando el último ladrillo cuando construía
una casa. Sólo Dios puede concluir una obra. El perfeccionamiento queda a
menudo oculto en la investigación en sí misma.
2.2- Las motivaciones cristianas
▫ “El que no quiere
trabajar que no coma; en lugar de trabajar se ocupa de frivolidades o de lo
segundario” (II Tesalonicense 3,10).
▫ Ser un trabajador que
debe salir en ayuda de los débiles y recordar las palabras que ha dicho el
mismo Señor: “hay más gozo en dar que en recibir”.
▫ “Compromete tu honor en
el trabajo de tus manos” (I Tesalonicenses 4,11).
▫ Hemos sido creados a
imagen y semejanza de Dios (Génesis 1,26). Por eso “el Señor encuentra alegría
en sus obras” (Salmo 104,31). “Se reconoce al artesano al contemplar su obra”
(Sabiduría 13,1).
▫ “La conciencia de ser
partícipe en la obra de la creación por el trabajo, constituye la motivación
más profunda” (Juan Pablo II, 25).
▫ Estamos configurados con
Cristo por la fe; luego, “el que crea en mi hará también las obras que yo hago”
(Jn 14,12).
▫ Cristo es un artesano
como José de Nazaret, él ha proclamado un “evangelio del trabajo” (Juan Pablo
II, 26). “El mira el trabajo con amor, así como sus diferentes expresiones,
viendo en cada una de ellas una manera particular de manifestar la semejanza
del hombre con Dios, criatura y Padre” (Juan Pablo II, 26).
3- ¿CÓMO TRABAJA EL
CRISTIANO? ¿TÚ TRABAJO TE ACERCA MÁS A JESÚS Y A TODOS AQUELLOS QUE TE RODEAN?
3.1- El cristiano es sobre todo aquel que no divide su vida en tajadas, sino
que se esfuerza por unificarla en una sola
¿Por qué? Dios es a la vez
y sin separación autor de la creación y de la vida sobrenatural que está en
nuestros corazones. Jesús mismo no está tironeado: él vive continuamente en
presencia de su Padre (Jn 10,30; Lc 22,42).
Entonces, ¿cómo puede hacer
el cristiano para permanecer unido a Dios durante todas sus actividades (y en
particular durante el trabajo, ya que es la obra más absorbente)?
Aquí tienes algunos
consejos:
▫ La oración es por
excelencia aquello que unifica y fortalece la vida (cf. Capítulo 4).
▫ Dios esta, desde luego,
presente en toda su creación como causa activa, él da “la vida, el movimiento y
el ser” (Hechos 17,28). Sueña que, si por un solo momento, Dios no pensara en
ti (esto es que no te amara), ¡desaparecerías instantáneamente!
Se experimenta un poco eso
cuando se descubre hasta qué punto la presencia y el amor de los demás (en los
dos sentidos) es importante para ti. No es esto una imperfección.
▫Dios está, o deberá estar
presente, a título de fin motivante en cada uno de tus actos. De la misma
manera que el alpinista encuentra la fuerza para efectuar cada uno de sus
movimientos en el gozo que experimentará al final del camino cuando descubra el
paisaje desde la cima de la montaña; de la misma manera el cristiano puede
experimentar de qué manera el Señor es el término, no sólo el final de la vida,
sino el fin de cada una de tus acciones. “Todo lo que hagas, ya sea que comas o
que bebas, hazlo todo para gloria de Dios” (I Corintios 10,31).
▫ Por encima de todo,
Cristo es aquel ejemplo de dulzura, de paciencia, constantemente unido a su
Padre, en el trabajo como en la oración. Y la Gracia de Jesús, “de quien hemos
recibido todo” (Jn 1,16) no tiene otra razón de ser que unirnos a su vida (Jn
1,4) y de ese modo compartir (Jn 1,39) la armoniosa y profunda unidad de la
vida del Hombre-Dios. Pues somos llamados a morar en él (Jn 15,4).
3.2- El cristiano, en toda su vida, por consiguiente en su trabajo, debe
profundizar su amistad con Cristo[3]
El cristiano debe
profundizar su amistad con Cristo participando por la fe, de una manera
encendida, en su triple misión de sacerdote, profeta y rey (Juan Pablo II, 24)[4].
Ahora, ¿cómo ejerces tú la función sacerdotal, profética y real en tu trabajo?
3.2.1- ¿Eres profeta en tu trabajo?
▫ Mostrando a los hombres
lo que es el verdadero trabajo: hecho para el hombre, por el hombre, no para
sojuzgarlo, pero sí par mejor realizarlo: “La gloria de Dios es el hombre
viviendo”, sin olvidar la contraparte: “y la vida del hombre está en la gloria
de Dios” (San Irineo de Lyon, Contra las herejías, IV, 20 7).
▫ Evangelizando, esto es:
anunciando la Buena Noticia de la Salvación a los compañeros de trabajo. Esto
es una de las grandes misiones del laico.
▫ Buscando la verdad.
Pedirle las luces al Espíritu de Dios (Isaías 11,2) que reposa sobre nosotros
como reposaba sobre Jesús (Lc 4,18-19).
▫ Es necesario “que la
sabiduría tome parte en nuestro trabajo”, pues ella socorre al justo en sus
obras (Sabiduría 9, 10-12); además, el hombre hace proyectos en su corazón,
pero el Señor da la respuesta. Pon tus obras en manos del Señor y se realizarán
tus proyectos (cf. Proverbios 16,1-3). ¿Pides tú al Espíritu Santo ideas
originales? ¿Espíritu Santo ideas originales? Y luego, ¿las aprovechas para tu
trabajo?
¿Cómo eres rey en tu
trabajo?
Dios te ha dado el poder de
transformar la tierra (Génesis 1,28), pero este poder es por el bien del
hombre, no por el tuyo solamente, sino también por el bien de quienes te son
confiados (por ejemplo, por un jefe de empresa); porque, así como es el caso
del Señor, nuestras “obras deben de ser gesto de fidelidad” (Salmo 33,4).
“Las obras de Dios son
nuestro gozo” (Salmo 5); ¿es éste el caso de tú trabajo? ¿Eres tú un maestro
manso y humilde de corazón en quien la carga resulta ligera (Mateo 11,29), de
aquellos de los cuales debes ocuparte?
¿Soy sacerdote en mi
trabajo?[5]
El sacerdote es aquel que
ofrece e intercede por los hombres: ¿es el que reza por aquellos que,
trabajando contigo, no rezan? Tú piensas ofrecer tu trabajo en el altar, en el
momento privilegiado en el cual se presentan el pan y el vino, los frutos del
trabajo del hombre, el pan y el vino que recapitulan todo el trabajo del
hombre.
El sacerdote es también el
hombre de la unidad: ésta es la oración de Jesús, nuestro gran Sacerdote
(Hebreos 4,15): “Padre, que ellos sean uno” (Juan 17,21).
¿Eres tú un hombre de
reconciliación que, allí donde está el odio llevas la paz y el perdón, allí
donde están las lágrimas llevas el consuelo? ¿Amas tú a tus enemigos? (cf.
Mateo 5,11): pues, el enemigo, más es a veces el joven lobo que desea tomar mi
lugar, el colega que tú calumnias.
“El trabajo se corresponde
con el cansancio (Génesis 3,17; Eclesiástico 2, 11). Soportando el cansancio
del trabajo en unión con Cristo crucificado por nosotros, el hombre colabora
con el Hijo de Dios en la redención de la humanidad. Se muestra verdadero
discípulo de Jesús llevando a su vez la cruz de cada día en la actividad que ha
sido llamado a realizar” (Juan Pablo II, 27).
¿Piensas así ofrecer las
mil pequeñas preocupaciones inevitables de cada día, “recogiendo tal espina
para el rescate del mundo” (Santa Teresa del Niño Jesús), y “completando en mi
carne lo que falta a la pasión de Cristo” (Colosenses 1,24)?
4- Los frutos del trabajo cristiano
▫ La alegría
“Mi corazón encuentra su alegría en el fruto
de mi trabajo” (Ecl 2,10).
“Si uno si encuentra la
felicidad en su trabajo, eso es un don de Dios” (Ecl 3,13).
▫ La gracia de Dios
“El Señor bendecirá el
trabajo de tus manos” (Deu 28,12).
▫ La paz
“Con un poco de trabajo, he
alcanzado una gran paz” (Eclo 51,27).
“Tranquilo es el sueño del
trabajador” (Ecl 5,11).
▫La fuerza
Coraje, en el trabajo yo
estoy contigo.
▫ La gloria de Dios
“Todo aquello que hagas,
hacedlo para gloria de Dios” (I Corintios 10,21; Colosenses 3,17).
▫ El crecimiento en las
virtudes
El crecimiento en nosotros
de los frutos del Espíritu Santo (Gálatas 5,22): dulzura, confianza en los demás,
dominio de sí.
▫ La vida nueva
Pero también, en el
trabajo, está presente el misterio de “la cruz que le es indispensable” está
contenida “la elevación de Cristo, el cual mediante la muerte de cruz vuelve a
sus discípulos con la fuerza del Espíritu Santo en la resurrección” (…).
“En el trabajo, merced a la
luz que penetra dentro de nosotros por la resurrección de Cristo, encontramos
siempre un tenue resplandor de la vida nueva, del nuevo bien, casi como un
anuncio de los «nuevos cielos y otra tierra nueva (cf. II Pedro 3,13 y
Apocalipsis 21,1)” (Juan Pablo II, 27).
Visión cristiana del
trabajo intelectual
1- ¿QUÉ ES EL TRABAJO INTELECTUAL?
Es necesario distinguir dos
casos:
a) El caso del estudiante
Los estudios o el trabajo
intelectual son primordialmente un llamado a la inteligencia.
a.1) Pues, al igual que el
desarrollo del cuerpo requiere un aprendizaje metódico, sistemático (desde el
punto de vista higiénico, deportivo, etc), del mismo modo nuestra inteligencia,
como capital de partida parece pobre, crece, y algunas veces de forma
asombrosa, si ella es educada con rigor y método.
En efecto, es dramático
hacer madurar una joven inteligencia en el inicio de la travesía, como si todo
estuviera jugando de entrada. Cierto, hay inevitables diferencias, y todos no
pueden aspirar a las mismas carreras por una cuestión de diversidad (mucho más
que por desigualdad de aptitudes). Pero es necesario tener una mirada de
esperanza sobre cada uno (y sobre ti mismo).
Comparativamente, el
jardinero y la tierra cuentan tanto como el vigor del grano. Podrás hablar de
esto dentro de algunos años.
a.2) Sin embargo, será
erróneo aislar la vida de la inteligencia.
El hombre no es pura razón,
así lo sugiere el comportamiento de muchos estudiantes. Es necesario no olvidar
jamás que la buena receta para ser un estudiante exitoso asocia, además de la
inteligencia, de la memoria, etc., una sólida estructura material (capítulo 2),
afectiva (capítulo 3) y espiritual (capítulo 4).
A potentiel intellectuel
équivalent, la différence porte en général sur en bon planning, des motivations
en béton, une vie de prière régulière
Es equivalente a “potencial
intelectual” la diferencia que aporta en general un buen planeamiento, las
motivaciones extras y una vida de oración regular.
b) El caso (raro) de la
vocación de trabajador intelectual. (el buscador es el ejemplo típico)[6]
Es aquel al cual se dirige
la obra clásica “La vida intelectual”- Sertillanges – Ediciones Le Cerf. El
autor, por otra parte, insiste mucho en que el intelectual no se transforme en
un polar nómade, o en un invertebrado gaseoso flotando en medio de las galaxias
especulativas.
Resta que la inteligencia
nos configure a la imagen de Dios (Génesis 1,26; cf. Santo Tomás de Aquino,
Suma de Teología I, q.3, a.2) y cultivarla para que sea el quehacer de toda una
vida, aunque la profesión haga perder el status de estudiante.
Se puede decir que algunos
consejos sugeridos en ese libro pueden ser aplicados hasta tu muerte, si deseas
darle éxito y gozo a tu vida intelectual.
Todo aquello que se ha
visto precedentemente y que es relativo al trabajo cristiano en general no es
anulado como caduco. Es necesario, por el contrario, aplicarlo al estudio.
Pero ciertas
características son propias a ella solamente.
Desde luego, debemos
descubrir y comprender que el trabajo intelectual eleva el espíritu desde las
realidades solamente sensibles hacia las universales que no tienen lugar en la
contingencia de lo que es observable. Los estudios, en ese sentido, son como
una ascensión que espiritualiza tu mirada interior (según aquella imagen de la
oración de San Juan Damasceno en la cual definía al “ascensión del espíritu
hacia Dios”).
Los estudios te despiertan
también a la gratuidad de la verdad: la realidad no es un material a
transformar, un instrumento de diversión o un modo de subsistencia. Ella es
también dada (ella me precede) para ser contemplada en su bondad y en su
verdad. Ciertamente, tu estudias para adquirir una competencia profesional.
Pero que ese fin utilitario
no te haga olvidar cuanto merece la verdad ser buscada y admirada por ella
misma. Todo otro interés desaparecerá en el momento de interesarte por la
verdad.
Los estudios son una
ocasión de reencontrarte con otras personas en el apasionante pensar, que no
concuerda siempre con tus opiniones. Por ese motivo, tu trato se tornará más
tolerante, acogedor y más receptivo a la extraordinaria riqueza de los
estudiantes con los que tendrás trato. Esta experiencia será iluminadora de
toda tu vida futura.
Jesús era un apasionado de
la verdad (Jn 18,37) y un hombre de pedagogía (Mt 13, 34-35; Mc 4,30).
También toda verdad dice
alguna cosa de la verdad inefable (Jn 14,6) y las realidades visibles nos
hablan de su creador (Rm 1,20; Sabiduría 13,1; Hechos 17,22 ss.).
Aprende a “mirar” (de ver
desde el corazón). Aquel que obra en la naturaleza que tú estudias y que es
resplandor de su gloria (relee Eclesiástico 39,16; 42,15 y todo el capítulo
43). Y eso va también para las matemáticas, porque Dios “todo lo hace con
nombre, poder y mesura” (Sabiduría 11,20). Particularmente la bondad es una vía
privilegiada para elevarse hacia Dios.
Tus conocimientos son una
ocasión de servir y no de hacerte valorar. Verifica esto todos los días, cuando
hablas que busques instruir (II Timoteo 4,2). Tú puedes, en este tema, releer
por completo las dos epístolas a Timoteo, ello reducirá mucho las ocasiones de
hablar para enseñar. Pero no es necesario callar, a la inversa, ciertas
dificultades propias del trabajo intelectual.
Desde luego, el orgullo
acecha más al estudiante que al trabajador manual. Medita, entonces,
habitualmente aquellas admirables palabras de Santo Tomás: “El Verbo (en Dios)
no es no importa que Verbo (o Palabra), más es un Verbo que inspira el amor”
(Suma de Teología I q.43). Ello significa que también nuestro trabajo
intelectual debe teñirse en el amor (de Dios, a los demás…, y a nosotros
mismos): “Aunque conozco todos los misterios y todas las ciencias, si yo no
tengo caridad, no soy nada” (I Corintios 13,2).
Destierra toda erudición
(aquello que sobretodo no significa nada: “destierra la cultura”, porque la
verdadera cultura no aplasta, al contrario de la erudición): ella te aplasta
cuando viene de alguien exterior. Cree, entonces, que es lo mismo cuando
procede de ti. Madeleine Delbrel decía: “Brillar no es iluminar”.
Según esto, existen dos
buenos criterios para cultivar la humanidad: el primero es aceptar algunas
veces (frecuentemente al principio) ser humillado, ignorado o no estar seguro.
El mayor signo de orgullo es no manifestar jamás los enojos. El segundo es
aceptar dejarse instruir… por aquel que tú consideras espontáneamente como
menos cultivado o menos vivo de espíritu que tú; y agradecérselo calurosamente.
Finalmente, los estudios
son al mismo tiempo el lugar de revelación y la ocasión de profundas heridas:
la inteligencia es, con el amor, aquello que toca lo más íntimo de ti mismo. No
es posible esconderlo, pues entonces, busca administrar el buen camino (cf.
Capítulo 3). Porque tales “corazas” pueden esterilizar a estudiantes muy
prometedores de un bello porvenir. Recuerda todos los días que un estudiante
cristiano es un estudiante en peligro.
[1]
En adelante las citas que comiencen por: “Juan Pablo II…” seguida de número de
párrafo, estarán extraídas de esta Encíclica.
[2] “Que el trabajo de tus manos sea un signo
de reconocimiento y homenaje a la condición humana. Algunos se inclinan para
saludar. Saluda al hombre cada día dedicándote a tu trabajo. Piensa: “Yo
rechazo considerarme superior a todos los hombres”. Lanza del Vasto, Principes
et préceptes de retour à ľ évidence, Ed. Gonthier-Denoël.
[3]
El cristiano que está en actitud de escucha de la palabra del Dios vivo,
uniendo el trabajo a la oración, sepa qué puesto ocupa su trabajo no sólo en el
progreso terreno, sino también en el desarrollo del Reino de Dios. Carta
Encíclica Laborem exercens, Juan pablo
II.
[4]
cf. También: Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, Concilio Vaticano II, n° 34 a 36.
[5]
Lumen gentium, Concilio Vaticano II,
n°35: “los laicos, incluso cuando están ocupados en los cuidados temporales,
pueden y deben desplegar una actividad muy valiosa en orden a la evangelización
del mundo
[6]
“Aquello que da la excelencia al hombre, es que Dios lo ha hecho a su imagen,
por haberle dado un espíritu inteligente que lo vuelve superior a las bestias”.
San Agustín.
[7]
“No busques lo que está por encima de tu capacidad, ni escudriñes aquellas
cosas que exceden tus fuerzas y no seas curioso del nombre de muchas obras”.
Eclesiástico 3, 22.