30 de julio de 2017. Evangelio
según San Mateo 13, 44-52.
Jesús
dijo a la multitud: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en
un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría,
vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece
también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar
una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró. El Reino de los
Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de
peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose,
recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve. Así sucederá al fin del
mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para
arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
“¿Comprendieron todo esto?” “Sí”, le respondieron. Entonces agregó: “Todo
escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de
casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo”.
Cuando Dios le habló en sueños a
Salomón, al momento de suceder a su padre David como rey, le propuso que le
pidiera lo que él quisiera. Salomón pidió la
inteligencia práctica para poder gobernar a su pueblo y llevarlo hacia
el bien común. Dios entonces, conmovido por esa disposición interior de,
podríamos decir, infancia espiritual de Salomón, le responde que por haber
pedido esa sabiduría, y no una larga vida o la derrota de sus enemigos, ni nada
de esta vida para él, habría entonces de otorgarle, no solamente lo que había
pedido, sino todo lo demás también por añadidura. Es que Salomón había
encontrado el tesoro escondido y la perla preciosa de las parábolas que Jesús
enseña en el Evangelio de hoy. Dichas parábolas enseñan que si un hombre ha
encontrado el Reino de los Cielos, pues entonces vale la pena abandonar o
posponer todas las cosas de este mundo, con tal de ganar dicho Reino. Luego nos
relata la parábola de la red echada al mar; dicha red es la Iglesia, que reúne
en su seno todos los hombres que puede, por la misión, la predicación y la
evangelización. Al fin del tiempo presente, Dios va a ejercer su juicio, por el
cual va a dictaminar quienes son los buenos, para darles la herencia eterna del
cielo, y quienes son los malos que serán justamente castigados. Es bueno
meditar y recordar que Jesús habla del infierno de los condenados sin ningún
atenuante de dicha realidad. Así como la Santísima Virgen les mostró el
infierno a los tres niños Lucía, de 10 años, Francisco de 9 y Jacinta de 7
años. San Ignacio de Loyola trae en sus ejercicios espirituales la meditación
sobre el infierno. Es bueno pensar y meditar en ello en esta vida, para no
tener que ir al infierno en la otra vida, en la cual ya no será posible salir
de él. Para San Pablo el tesoro y la perla es la gracia de la predestinación a
la filiación, no solo adoptiva, sino a una participación real de la vida de
Cristo en nosotros. También se ha interpretado como una predestinación a la
gloria. Dios, a los que eligió, los llamó. A los que llamó, los justificó. Y a
los que justificó los glorificó. A aquellos que Dios conoce desde toda su
eternidad, que no habrían de rechazar su gracia, ha determinado dársela; para
que por el aprovechamiento de todas sus gracias a lo largo de sus vidas puedan
llegar finalmente al cielo. Esta predestinación de Dios es una parte de su
providencia, que es a su vez el gobierno que Dios hace de todo el universo.
Dicha predestinación no anula sino que supone la libertad del hombre para
elegir a Dios y su Reino. “Procurad el Reino de Dios y su Justicia y todo lo
demás se os dará por añadidura” dijo Jesús. Y en el Antiguo Testamento Dios
dice: Hoy pongo ante ti el camino del bien y del mal, pero elige el bien, es
decir el cumplimiento de la Ley de Dios, para que te vaya bien. Es decir que el
concepto de libertad que tiene Dios, no es el de una libertad donde habría un
derecho moral a elegir el mal si uno quisiera. El mal no tiene derecho en la
moral del Evangelio, solo la verdad y el bien tienen el derecho. La libertad es
verdadera cuando elegimos la verdad y el bien: “la Verdad os hará libres”, dijo
el Señor Jesús. En cambio al elegir el pecado se pierde la libertad y uno se
convierte en esclavo del pecado. Atentos al bien como pedía Salomón, velemos y
oremos para no caer en tentación, ya que el espíritu está pronto pero la carne
es débil.
Pbro. José D´Andrea
Capellán Castrense