12
de abril de 2017. Homilía del Capellán Mayor del Ejército, Pbro. Oscar Ángel
Naef en la Santa Misa de Preparación para la Solemnidad de Pascua 2017, celebrada en
el Edificio "Libertador", sede del Estado Mayor General del Ejército. Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Queridos hermanos: nos encontramos
en la Semana Mayor de la cristiandad y la liturgia nos mete de lleno en los
momentos culminantes de la vida de Jesús. El Señor sube a Jerusalén para
cumplir con su vocación completa de salvador y redentor del hombre. Cada uno de
los momentos de la pasión, muerte y resurrección nos habla del amor de Dios que
decidió entregar su vida por nosotros.
Es un momento de luz que nos llama
a la reflexión interior, que nos impulsa a encontrarnos con nuestro Dios y con
la misión que cada uno ha recibido de lo alto para realizar la obra de
transformar de este mundo en una familia de hermanos que camina hacia la
eternidad.
Se nos plantea entonces un dilema.
Sabemos que lo más importante es morir con Cristo para vivir con El para
siempre. Pero a su vez en nuestro interior la fuerza de la vida nos retiene en
el tiempo, queremos seguir viviendo en esta historia cargada de sacrificios y
desafíos.
Ese dilema se supera fácilmente
cuando comprendemos que nuestra esperanza puede guiarnos por el camino
correcto. El camino de experimentar la muerte a todo aquello que nos aparta del
Señor. El misterio de la resurrección que vivimos en la Pascua es sobrenatural
y tiene que ver con la purificación de sepultar cada año el hombre viejo que
está en nosotros para resucitar con el Señor a la Vida con mayúsculas.
Nuestro Bautismo nos habla de
entrar en el misterio de muerte y resurrección. En él dejamos de ser simples
criaturas para comenzar a ser verdaderos hijos de Dios.
Y quien se dice hijo, reconoce que el
Señor pone en nuestro interior una semilla de vida nueva. Algo de la naturaleza
de Dios está en nosotros y nos hace capaces de vivir en el mundo sin ser del
mundo. Tener esa capacidad implica un nuevo ejercicio de la voluntad, un nuevo
modo de ver la vida y de empeñarnos para dar frutos de eternidad.
Por una vez soñemos con la grandeza
de lo que somos y unámonos a Jesús para continuar su obra que permita hacer de
nuestra patria un reflejo de la patria del cielo, donde reine la ley de Dios.
Donde nuestra conducta refleje claramente que Cristo es el Señor.
Les deseo a cada uno de ustedes que
en estos días santos puedan acercarse al sacramento de la reconciliación y
profundizar en el encuentro con Cristo el deseo de disfrutar de la vocación recibida para mayor gloria de Dios y bien de nuestra alma y de nuestro pueblo.
Amén